domingo, 29 de noviembre de 2009

domingo, 22 de noviembre de 2009

No necesitamos salir... te preparo un desayuno... no necesitamos nada más...

Jack Johnson.

jueves, 22 de octubre de 2009

Sobando

Después de mi operación de vista volví a escribir. En este tiempo de no hacer nada y disfrutar de mi Homerismo, me permití analizar qué podía escribir de una vez por todas para actualizar mi blog.
Hay cosas que me indignan pero no siempre me inspiran la escritura porque después se me pasan o simplemente porque son tan indignantes que no merecen más que una sola frase como mucho.
En todo este tiempo me harté de Maradona. Me agotó su existencia, su gloriosidad, sus mofletes, sus problemas de peso, droga, mujeres, hoteles de lujo. Pero nada peor que un periodista obsecuente que, de pronto, se vuelve su enemigo íntimo.
Es como la frutilla del postre. Son capaces de manipular tus sentidos al punto tal de hacerte creer que aquel que ayer era Dios y la Santísima Trinidad, hoy es Judas y Hitler en uno solo.
El periodista deportivo que nunca en su vida jugó al fútbol más que en un picadito con amigos y se dedicaba a gritar desde el banco, se toma el atrevimiento de subirle o bajarle el pulgar a un tipo que entrena desde que tiene uso de razón, gana en euros en otro país y se encama con las mejores mujeres por el solo hecho de ser él mismo.
Son insoportables. Inoperantes. Lastimosamente pedantes y desagradables.
No se justifica que un Director Técnico de una Selección Nacional conteste una guarrada porque tiene bronca, pero el tipo nació en la villa señores, y él contesta así porque tooooodos nosotros lo dejamos, porque son los mismos periodistas nefastos que le hicieron creer que realmente está dotado del poder de todos los dioses para ser inmortal. Los mismos que adoraban a Videla, los que defendían a Martínez de Hoz y luchaban por el Proceso de Reorganización Nacional mientras gritaban los goles de la Selección en el `78. Porque si el tipo se cree semejante atrocidad es porque el Argentino es así, hoy te ama y mañana te odia por el simple hecho de que se puede opinar de cualquier cosa, en cualquier momento y de cualquier forma.
De chiquita mi abuelo me daba la banderita Argentina y tenía que salir a la puerta al grito de Vamos Argentina! porque jugábamos un mundial, y yo no tenía idea de qué era eso, pero me unía a los miles que pasaban por al lado cantando lo mismo. Pero había ciertas diferencias... la Sociedad era distinta... la gente estaba unida. Siempre existió el falso periodismo pero no nos manejaba la vida. Yo jugaba con cualquier cosa, no tenía computadora, ni messenger, ni celular. No miraba tanta tele, no elegía qué ropa iba a ponerme porque la elegía mi mamá. Mis papás estaban cuando los necesitaba, también me daban una buena paliza cuando no hacía caso y me obligaban a tomar la sopa de arroz que hasta el día de hoy detesto. Tenía el derecho de ser chica, y la obligación de estudiar, de pensar y ser buena.
Parecen valores que ya no existen, hasta me suenan cursis cuando los escribo... nadie me indicaba qué tenía que decir pero yo sabía muy bien que había cosas que determinaban algo llamado respeto.
Y extraño esos días... cuando la gente se saludaba en la calle, cuando el "disculpe" y el "gracias" eran moneda corriente.
Me siento vieja pero soy joven porque lo que les estoy diciendo no fue hace 200 años.
Las mujeres eran mujeres y los hombres eran hombres. Una mujer no se daba navajazos con otra en la puerta del colegio y un varón no se depilaba el pecho. Cada vez hay más esperpentos que personas. Y con esto no estoy diciendo que todos eran normales y agradables, pero existía el código. Se respetaba al oponente porque pensaba distinto y valía la pena que peleara por eso.
Ganó la ignorancia y la impotencia por sobre todo valor humano. Y la gente admira eso. Nos venden miserias humanas y las compramos relamiéndonos porque son mejores que las propias.
Y ahora vienen a decirme que un tipo de Villa Fiorito no puede decir "que la chupen"?
Cuándo fue el dia que lo nombraron prócer? El tipo sabe jugar al fútbol, corre detrás de una pelota, se embarra los botines y putea como todos ustedes. Si decidieron rendirle culto a un hombre que también se equivoca como todos ustedes, no tengo más que decirles lo mismo que él: "Sigan mamando!"

viernes, 11 de septiembre de 2009

Los municipales

En la vida a las personas se las clasifica. Es una obsesión que tenemos los seres humanos por definir o encasillar a la gente en buenos o malos, hombres y mujeres, pedófilos y curas, heterosexuales u homosexuales, lindos y feos, violentos o pacíficos, pelotudos o inteligentes.. y la lista sigue..

En esta oportunidad, me puse a clasificar a un grupo que ya está estigmatizado pero no desmenuzado a fondo. Somos los Municipales de Dios... los que tenemos a todo el resto de la sociedad a nuestras espaldas porque "ellos nos pagan el sueldo" y nosotros somos "unos vagos incurables y mafiosos"... A veces, cuando escucho estas atrocidades que un grupo de ignorantes y alcaponescos mentirosos se ocuparon de distribuír por toda la ciudad, llego a la conclusión de que somos lo que aparentamos y lo que los demás dicen de nosotros. "Hazte la fama...."

Si, es verdad que la gran mayoría de los muni somos vaguitos, que si podemos laburar menos horas nos volvemos a casa, que odiamos los trabajos pesados, que nos encanta sentirnos menos ignorantes que el resto y que tenemos más beneficios que un hombre rodeado de lesbianas lindas. Pero... que maldito ser sobre esta puta tierra no quiere todo esto? Dejenme de joder! Todos quieren ser buenos, trabajar en el mercado central cargando bolsas de papas y ganar 2 mangos por el bien de la humanidad? Hasta qué punto tu trabajo es digno?

La dignidad es personal, no te la da un trabajo o una carrera o una familia.

Pero como hay mucha gente que todavía cree que los malos siempre son los de afuera, aquí les va un ejemplito de clasificación de municipales:



Encontramos un gran grupo subdividido a su vez en varias ramas:


Los de arriba: Son aquellos que poseen los mejores cargos. Administran y distribuyen a su gusto. Tienen secuaces capaces de matar a sus madres si alguien les cuestiona algo. Generalmente, estos individuos son los que se encargan de hacer los negocios sucios, los que "manchan la pelota". Se los conoce como los mafiosos y hacen valer bastante bien su apodo. Los que dan lástima son los secuaces, que se arrastran por conseguir puestitos de cuarta o una tajada del negocio en cuestión. Son torpes, toscos y miran todo "desde arriba" aunque miden 1,60 en los mejores casos.

También existen los tipos que afanan todo, no se olvidan de robar ni el alcohol en gel del último piso, pero reparten. Tienen la habilidad de Robin Hood y por eso caen simpáticos. Ellos hacen la suya y favorecen al resto.

Se diferencian de los garcas totales que se roban todo, sin escrúpulos y tampoco reparten nada. Te hacen pensar que tienen un campo de dólares en el que se revuelcan de vez en cuando para sentirse mejor, pero no lo gastan en nada.

Los profesionales: Estos son peores porque fueron a la facultad. También se encuentran en la clasificación anterior, pero no son tantos. Están repartidos por todos lados. Estudiaron años y piensan igual que los trogloditas. Quieren dominar al mundo porque saben quién fue Hitler y Napoleón pero les tienen miedo a las plumas de las palomas. Se la pasan chapeando con que ellos son "El Dr. tal", "La Licenciada Pichuli" y "La licenciada en teorías de la comunicación escolar de primer nivel" (la clásica maestra que se recibió al terminar el secundario porque era el título que le daban). Son seres despreciables porque todo lo hacen en nombre de la sabiduría y se regodean en sus necedades como ninfómana en una orgía.

En contraposición se encuentran los profesionales sumisos, que aceptaron que todo es una gran cagada y trabajan un par de horas para rajarse a trabajar en otro lado, ponerse algún estudio o consultorio y dedicarse a hacer algo productivo. Muchas veces hasta idolatran a estos necios pedantes para que hagan todo el trabajo y mueran en sus propios venenos.

Los Administrativos: Son un grupo grandísimo y los que sacan a flote al resto.

Podemos diferenciar a los ignorantes, algunos terminaron la secundaria a cuestas y algún amigo de un amigo del padre los puso ahí porque la familia pedía a gritos sacárselos de encima por lacras y amebas inservibles hasta para colar fideos.

Los que trabajan como si mañana se fuera a terminar el mundo son buenos pero a la vez difíciles. Están tan programados a hacer siempre lo mismo y sin parar que si les pedís algo distinto se obnubilan y retroceden 5 casilleros. Son buenos porque te sacan de apuros, pero no te resuelven algo más allá de lo que sus cerebros de conejo los habilita.

En contraposición a ellos están los frustrados: tipos que hubiesen sido excelentes ingenieros en sistemas, contadores, investigadores de la Nasa y se quedaron renegando de su suerte en un puestito de "encargado de sector" sin saber cómo pedirle a un empleado lo que tiene que hacer. Te sacan de cualquier problema, analizan todo, son observadores y saben tomar distancia para emplear una estrategia potable. Pero se quedaron ahí. Lloran por las noches en sus camas vacías por su falta de valor para patear el tablero y hacer lo que realmente les gusta.

En el medio están los vagos: son los que nunca vamos a saber si son inteligentes o no. Nunca hacen nada. Se dedican a visitar todas las oficinas para tomar mate, llevar chismes o ir a pagar algo al Pago Fácil. Se conocen al del kiosco de al lado, al dueño del bar de la otra cuadra y planean sus vacaciones en mayo. Siempre van a contramano del resto, se enferman seguido, piden días si se les muere el perro o se esguinzan el dedo meñique. Son ñoquis por excelencia porque, generalmente, los últimos días del mes aparecen espléndidos y preguntan cuándo se cobra.

Los más molestos son los pseudodepresivos: Se quejan del jefe, de los compañeros, de los vecinos, de sus vidas.... es como si el tiempo no pasara. Son momias ojerosas que el sólo hecho de mirarlos te hace sentir empastillado con alplax. Hacen el trabajo, pero a desgano, siempre tienen un problema nuevo. Caminan arrastrando los pies y lentamente para que todos les pregunten si se sienten bien y poder desplegar su discurso funesto. Se encargan de distribuír las cadenas de mails de niños desaparecidos, vírgenes milagrosas y catástrofes mundiales si no los reenviás vos también.

Entre todos también están los jefes: algunos con antigüedad en hacer mate, otros, por puesto político. Ambos son incompetentes. Lo que resuelven es a duras penas y siempre lo consultan con los frustrados porque son los que realmente saben. No merecen la admiración ni el respeto de nadie y también lloran por los rincones cuando nadie los ve porque en el fondo de su ser saben que si se van de la muni Dios los va a ajusticiar.

Los ordenanzas, mantenimiento, limpieza: Están todos en la misma bolsa. El tipo que ayer te limpiaba el baño, hoy te lleva las carpetas en Presidencia o te cambia una bombita. Todos hacen todo, pero no hacen nada. Ellos rotan de sede y de ocupación. Generalmente, no hicieron más que el primario o el secundario incompleto. A la mayoría les gusta el faso, son jugadores o golpean a sus mujeres. Hay algún que otro loco dando vueltas que lo dejan porque "les dá lástima echarlo". Todos tuvieron una vida dura y retorcida y cayeron acá porque conocen a alguno que conoce a alguno de los de arriba.

Y ahora me van a decir que esto es impresentable. Si, y el mundo acaso no es igual? La muni, señores, es un mini mundo, en donde todas las miserias humanas se hacen presentes con mayor intensidad pero no por eso son menos reales.

En esta escuela aprendí a alejarme de la necedad, de los lobos vestidos de cordero, hice valer mis prioridades y me enamoré de mi carrera. No hice amigos ni enemigos, jugué con la cancha embarrada y los días de sol. Me compré un sillón en cuotas y mi primer equipo de audio cuando no tenía muebles. Entendí que no es posible juzgar cuando la cordura está determinada por un ser humano. Escuché más a la gente, defendí los códigos y el compañerismo a costa de haber salido lastimada y busqué un lugar mejor.

No todo es lo que parece. A veces, es cuestión de saber aprovechar las oportunidades que nos da la vida.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

Perdido por perdido...

Definitivamente ODIO PERDER COSAS.
Me pasaba cuando era chica, en la adolescencia y ahora. Detesto que algo se me pierda, por lo tanto, no suelo perder nada.
Me molesta porque sé que no hubiera perdido eso si hubiese pensando en lo que debía pensar, dejar de pavear, de reirme, de respirar...
Esta vez perdí un arito de los que me regalaron hoy. Y era un aro que yo quería porque me hacía juego con mi anillo. Y al metrosexual pelotudo que dé una opinión nefasta puede insertarse todas las cremas que use por el ocote.
Cada vez que pierdo algo... me exaspero... me agarra una bronca interna tan grande que podría boxear con Tyson y les juro que ganaría por knock out. Es una sensación de impotencia y bronca con ganas de llorar que superan a mi intelecto y, generalmente, en esos momentos endemoniados, aparece alguna viejita simpática preguntándome qué perdí con cara de abuelita de Caperucita que me inspira a interpretar el papel de lobo y comérmela con la mirada. Pero no... la señora "solidaria" con su bolsa de vieja, zapatos de vieja y ojos de vieja que no ven nada se une a la búsqueda como el evento más productivo de toda su decrépita vida... Pero si me hubiera resuelto algo, hoy no estaría escribiendo esto... no!! la muy necesitada de afecto me encomienda a San Benito, Santa Teresita, y San Choronga para que lo pueda encontrar y se va con su paragüas de vieja reventada dejándome abajo de la lluvia sintiéndome más imbécil que antes...
Perder es como regalarle el ancho de espadas al principiante que juega al truco.
Perder es como tener que pedir prestados $500.000 con un interés del 100%.
Perder es ser millonario y comprarse un perro para tener un amigo.
Perder es llamar al encargado del edificio para que te cambie el cuerito y a la larga terminar llamando al plomero y que te cobre el triple por cambiar el vástago.
Perder es leer un libro empezando por el final.
Perder es comprarte una remerita de oferta que cuando la lavás le tenés que elevar mil rezos al lavarropas.
Perder siempre se pierde pero a mi nunca me pasa... y cada vez que pierdo pararía al mundo para que todos me busquen lo que perdí.
Si encuentran un arito, avisen... tal vez es el mío que perdí por no querer perder...

domingo, 23 de agosto de 2009

Efecto 2





















Vivimos en el caos, estamos constantemente sujetos a él. Formamos parte de algo llamado cosmos pero somos pequeños pedazos de caos sueltos. Somos impredecibles, desordenados, y si logramos algún órden o armonía... en otro aspecto de nuestras vidas volvemos a toparnos con un nuevo caos. Pero también es cierto que en la mitología griega, gracias al caos surgió el principio. Fue la matríz por la cual empezó todo... Podría decirse que gracias a un gran desorden pudo existir una nueva armonía, un nuevo proceso, un nuevo despertar. En el caos de nuestras vidas, que muchas veces llamamos crisis o duelo, siempre aparecen sentimientos encontrados... algunos, podríamos clasificarlos como productos del caos y otros, como producto del cosmos existencial. Ese es el gran error que solemos cometer.. y que muchas veces, nos juega en contra. Tanto en el caos como en el cosmos todos los sentimientos son iguales. Lo que cambia es la intensidad. Cuando estoy en estado de caos, el amor, la bronca, la ilusión, la tristeza.. etc... es tan intenso/a que no me permite sentir otras cosas, y buscar la armonia con otros sentires... Cuando, por el contrario, estoy dentro de mi cosmos, el amor se funde con los demás sentimientos y comienza el estado de dicha, de aceptación por aquello que la vida me brinda. Ambos conceptos son parte de la vida, pero el caos es el que nos muestra todo tan intenso, que no nos da espacios para algo más. Es por este motivo que nos confundimos tanto. En primer lugar, porque no sabemos en qué momento estamos en caos o en cosmos. En segundo lugar, si logramos descifrar en que momento existencial estamos, nos queda observar cuál es aquel sentimiento tan intenso y, por último, negociar. El proceso de negociación es el más fructífero y crucial porque determina si logramos crecer y desarrollar nuestras potencialidades para un cambio y un nuevo orden o nos estancamos en el caos y en la intensidad absurda y ciega. Esta negociación es la más difícil por la que pasamos los seres humanos. Es muy fácil establecer contratos con un otro, establecer sumas de dinero, establecer relaciones laborales, de pareja, de amistad... pero no es igual en este tipo de negocio... porque siempre se negocia con el propio ser. Y somos seres mentales. Analizamos lo que conviene y lo que no, pensamos en las consecuencias y también tenemos alma... y allí es cuando las fuerzas del hombre compiten entre si, cuando el caos explota y se hace más fuerte... cuando el alma y la mente rompen sus acuerdos, porque un sentimiento invade a toda la existencia. La mente quiere manejarlo, sobornarlo, y el alma lo saca a relucir, y tanta presión hace que las fuerzas se sometan a la inevitable semilla discordante.


El proceso de negociación entonces, consiste en observar a aquellas fuerzas sin intervenir. Pero, ¿cómo no intervenir si esto ocurre dentro nuestro? El ser es cuerpo, mente y alma. Sabemos que después de gran tormenta siempre salió el sol. Nuestro cuerpo tiene memoria. Con la fe suficiente y la confianza plena, todas las fuerzas vuelven a su lugar. Y es nuestro derecho, cuando la tormenta ya pasó, hacer que estas fuerzas renovadas nos envuelvan, nos completen, nos unan mas.


Lo mismo ocurre en el mundo... el extremo de oriente con su fantástica espiritualidad, tan intensa que nos lleva a su polo opuesto: la situación más paupérrima. Y después... el extremo de occidente con su capitalismo enérgico, materialismo envuelto en rutinas inertes o patentado en estados de estrés permanentes silenciados, sumando todo esto a la falta de valores y sentido por la vida.


Lo más profundo de la espiritualidad es un cuerpo sano capaz de poder expresar al ser en su forma más completa... y sin embargo, seguimos enfrentando continentes, culturas, en lugar de encontrar el bendito equilibrio.


Perdurar en la desgracia es morir dos veces. Cometer los mismos errores es tapar la basura con la alfombra llamada vida. Todos los seres humanos tenemos la capacidad de corresponder a nuestras fuerzas internas. Si el caos es la causa del efecto cosmos, el sentimiento es la causa del efecto llamado evolución.






lunes, 10 de agosto de 2009

Efecto 1

Peor que un ignorante es el talento desperdiciado.


Peor que una mujer histérica es una mujer despechada.


Peor que un hombre desinteresado es un hombre chismoso.


Peor que un necio es aquel que sigue la discusión.


Peor que una fanática de Michael Jackson es un fanático de Axel.


Peor que un mujeriego es el gay reprimido.


Peor que un notero sublevado es un político malicioso.


Peores que un programa amarillista son un millón de desocupados.


Peor que una gripe A es el índice de desnutrición en el mundo.


Peor que un pseudo iluminado por Krishna es un cura pedófilo.


Peor que una religión es la falta de comunicación en el mundo.


Peor que un plagio de Jorge Bucay son los 771 millones de adultos que no saben leer ni escribir.


Peor que una mentira es la falta de inteligencia emocional.


Peor que un maestro que se recibió en 2 años es la manipulación política que produce la falta de educación.



Peor que una Facultad Privada es la falta de compromiso con una vocación.



Peor que un Médico engreído es la falta de mérito que tiene un profesional en este país.



Siempre hay cosas peores, lo importante es no hacerse eco de eso, trabajar en lo que somos y podemos llegar a ser.Es increíble lo improductivo que se vuelve el universo cada vez que perpetramos la fatiga mental. Y lo más grave de este artilugio es que no se ve... a menos que hagas una radiografía cerebral.....