martes, 2 de junio de 2009

El galán del 49

Hoy, como todos los días, volví a cometer el autoflagelo de subirme al colectivo. Por suerte cuento con un alma caritativa que por las mañanas me lleva hasta la oficina y no tengo que subirme al funesto transporte llamado colectivo. Pero, a la vuelta, todo cambia. Estoy sola en el medio de la selva. Y muchas opciones, no tengo. Si me tomo un taxi, más allá de tener que escuchar a ese señor necesitado de cariño y comprensión, de hacer un reaggetton con el culo para no apoyarlo demasiado en ese asiento todo quemado por cigarrillos y meado por vaya a saber que engendro, un viaje de unas cuadras puede durar días por los cortes de calles y además se quedaría con todo mi cambio y/o monedas. Entonces, no me queda otra opción que juntar mis pocas monedas como si fuera una linyera y aventurarme a lo que marque mi destino.
Pero hoy no fue un dia como cualquier otro: tuve que tomarme el 49, porque tenía que bajarme sobre Rivadavia, y acá empezó mi odisea. Me odié a mi misma por no haber esperado al 104, o coparme con el "gauchito" del 180 que me deja por Directorio y caminar. No... la muy boluda tuvo que tomar ese colectivo asquerosamente mal mantenido y, encima, lleno. Pero esto no sería nada si el colectivero hubiese sido como los del 132: callado, con camisa y corbata, y educado. Este gil de cuarta, les permitía bajar a varios imbéciles que recordaban que aquella era su parada cuando él arrancaba por la parte de adelante, donde, por regla general y por una cuestión de órden, debe subir el ganado que decide sumarse al abuso psíquico y físico de estos conductores de transportes públicos. Cuando por fin pude subir, este mamarracho se pone a hablar en voz alta, diciendo que la gente es maleducada, que se acuerdan de bajar cuando otros suben... y empecé a observarlo... pensé que podía ser un ex taxista, con falta de afecto, porque los colectiveros, NO HABLAN y menos SOLOS. Se caracterizan por escuchar cumbiancha muy barata o una radio berreta a todo volúmen, manejar como si todos estuviésemos practicando surf y pelearse de vez en cuando con alguna vieja que se cuelga del timbre. Este infradotado, además de comerse las eses, estaba levantándose a una mina (por cierto, una conchuda que merece un posteo especial porque, además de mal gusto, se cree la primera dama del colectivero y avergüenza a todo el género femenino teniendo sexo casual con uno de estos monigotes por la módica suma de $1,25). Y como buen sincerebro, el galán del 49, ostentaba su cachivache cual Moria Casán promocionando la terapia Ortomolecular. Y yo ahí parada... pensando en este posteo y riéndome sola. Mirando las cintitas colgadas de la palanca de cambio, sucias, como él, pidiéndole a gritos un poco de agua y jabón. El espejo tuneado, con el apodo "Tito" en una esquina... y el maldito trastornado antisocial gritando como si estuviera solo con ella (la conchuda), abriendo las puertas después de varios timbrazos de algún pobre infelíz que pretendía bajar. Y, no obstante esto... el pseudoamigo (también colectivero) que le grita desde el otro bondi... Alimentando el ego de la fiera que cada vez grita más fuerte, y apuesta un asado a que el domingo el "Quique" no va a laburar, y él lo paga!! Mientras todos los pasajeros nos deprimimos más... nos sumergimos en pensamientos agradables como una buena ducha caliente, algún viaje a Mongolia... pero nos interrumpe con su bozarrón y volvemos a la realidad: estamos viajando en colectivo, todos apretados rezando que la desgracia no nos alcance cada vez que este impresentable pasa los semáforos en rojo porque la conchuda le guiñó el ojo.
Lo más triste de esta gente, es que nunca, pero nunca se van a dar cuenta que chorrean grasa, que humillan al género humano, demostrando que merecen que alguien les grite, que tengan que manejar y a la vez marcar el monto del boleto, que soporten a la viejita que sube con bastón y a los pendejos borrachos de fin de semana porque hacen de nuestras vidas un infierno cada vez que estamos obligados a viajar con ellos. Y estamos en desigualdad de condiciones. Yo puedo elegir si tomar un taxi o no.. pero la mayoría, necesita tomar un colectivo, o dos, o tres... y no puede darse el gusto de tener su propio auto.
Pero también soy conciente de que existe el colectivero copado, el tipo que no jode a nadie y colabora con la humanidad. La mayoría de ellos, nos llevan en el 132, aunque sé que en otras líneas también existen estas personas. A ellos, un agradecimiento por aguantar a los locos que suben. A los anteriores, espero que mueran siendo colectiveros y que aparezca una ley que los obligue a viajar en colectivo de por vida con sus secuaces.
Espero que escribir sirva para que algo cambie.

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