miércoles, 3 de junio de 2009

La moda incomoda...

Nunca pensé que por el solo hecho de ser mujer debía asistir cual alumna ejemplar una vez por mes a la peluquería. Es un castigo que desearia con toda mi alma eliminar de mi agenda mensual, pero siempre aparece la desubicada con poca vida propia y con mucha envidia que te tira la gran "y... podrias teñirte la raíces no?" y, al principio, la miro con una mezcla de lástima y odio... pero después... me invade de repente esa angustia existencial que me dice "sos mujer, con mente de varón... pero mujer al fin, tenés que hacer cosas de mujeres"... y me rindo a los pies de mi género como un león en el zoológico. A las cinco de la tarde me fui a encontrar con Ariel, es un pibe re copado, que no habla mucho con vos cuando estás con la tintura y se preocupa por que el color te quede lo más natural posible, cosa que con otros asesinos seriales coleccionistas de pelos, casi quedo pelada. Pero todo tiene su precio... en esta vida nada es gratis, y menos si se trata de una mujer... que tu peluquero te deje bien el pelo, implica soportar varios momentos desagradables que hacen de tu estadía un martirio, excepto por el cafecito batido. Y mucho más denso se pone si volvés de trabajar y te dignás a instalarte lo que resta de la tarde en una sillita mullida, pero incómoda, teniendo que hojear alguna Cosmopólitan, Tendencia o... la última que me sacó los ojos de órbita cuando la vi... la revista Susana (de Susana Giménez). Ya invadida por tanta imbecilidad gratuita, no podía mirar al techo, ni al espejo porque me agarraba un ataque de pánico con solo mirar los colores de la decoración del salón de Ariel, o el reflejo de mi humanidad en estado de descomposición por amoníaco. Después de unos 40 minutos.... me voy a la pileta, que parece más un papagayo que un receptáculo de cabezas sucias. El proceso final transcurre en el sector "corte de pelo de pendejos que fueron a despedir a los piojos, con antecedentes penales, nenes de mamá encubiertos para que los amigos no los bastardeen, imbéciles que se la dan de superados e importantes porque hay una chica"
El solo hecho de tener que secarme el pelo en ese ámbito me da escalofríos, prefiero salir corriendo con el pelo mojado al grito de "la puta, que vale la pena estar vivo"... pero no... soy conciente de que con estos fríos puedo agarrarme una pulmonía fulminante y todavía tengo mucho que escribir como para morir tan joven. Y además... no quiero darles el gusto a todos esos payasos con aires de piñones fijos.... entonces... me senté. Respiré profundo y comencé a escuchar. En estos casos, es imposible agarrar el mp3 y aislarse de la bizarreada ajena, porque sería inevitable que se manchara todo con tintura. Estás obligada a escuchar y, de vez en cuando, mirar al interlocutor para ver si la cara de nabo coincide con lo que dice. Generalmente, en un 90%, suele coincidir, pero con la posibilidad de tener un panorama del paquete completo, puedo deducir muchas otras cosas, como una zapatilla con "llantas", una remera de "la renga", o un celular de $1000 que no coincide con el jogging agujereado en las bolas, que denotan cierto rasgo de indigencia que, en todos los casos, es adrede "porque está de moda". Verlos es una agresión a las retinas, a tal punto que tengo miedo de que al dia siguiente un orzuelo inminente me complique la jornada. Y eso no sería nada si se quedaran callados. La voz en off mientras me miro al espejo, dedicada a mi peluquero Ariel, ya me hace girar con la silla con ganas de hacerlo protagonista de un asesinato a lo kill Bill. Y ahí opina sobre política, sobre Showmatch, sobre autos que nunca va a tener, sobre las minas que se levantó el sabado en Pinar después de haberse bañado en champagne con dos rubias y dos morochas bailarinas de Tinelli, sobre el Absolut con Speed que se tomó, o la amiguita que se está comiendo. También aparece en escena el que sabe todo, pero todo ehhh!!, sabe como levantarse a una mina, como dejarla por una amiga de la prima, las posiciones del kama sutra que practica 3 veces por semana, que nunca hay que agacharse si se te cae el jabón... y lo palmea a Ariel como haciéndolo cómplice de sus pelotudeces, y con todo el esmero corporal para que el resto de los presentes se den cuenta de que él "es amigo de Ariel, el peluquero".... Ariel, mirándolo de costado, con expresión medio de lástima y de hinchado las pelotas, se da vuelta, y sigue secando mi pelo como si no lo escuchara, aunque el otro sigue hablando de más boludeces y riéndose solo de ellas, como si hubiese descubierto el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales... pero estos especímenes, al manual lo llevan puesto, tienen todas las patologías juntas, superan todas las estadísticas y estorban a la humanidad.
Este es el precio que se paga por tener el pelo cuidado y a la moda. Imagínense lo que es en otros ambientes cuando hay más de dos mujeres juntas, como una clase de gimnasia, un solarium, una oficina... Por ahora sigo aguantando a los imberbes, aprendiendo de ellos y de sus intereses... después de todo... superan a las Cosmopólitan...

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